. ..::: Historias muy reales :::.. .

martes, julio 04, 2006

La Princesita brillante y el joven soñador

Capitulo 1 – Había una vez...
Había una vez una princesa que soñó toda su vida encontrar al príncipe azul que le llene el alma de felicidad.
Probó muchas maneras de encontrarlo pero ninguna pareció ser la indicada.
Concurría a las fiestas que se realizaban en los palacios de su principado, se cuidaba hasta del más mínimo detalle a la hora de buscar a su príncipe, pero parece que no era el camino.
Sin embargo, la princesa vivía recibiendo propuestas de señores feudales y cortesanos que buscaban ocupar el sillón real que tenía a su lado.
Pero la princesa no creía haber encontrado al hombre indicado para compartir el resto de su vida.
En poco tiempo, la belleza de la princesa hizo que muchos varones de los principados vecinos se interesen por ella. Debido a ello se arriesgaban a enfrentar a Dragones peligrosos y a ejércitos leales a la princesa que impedían que fuese lastimada.
Todo el reinado sabía de los sentimientos de la princesa. Cualquier individuo que surcase su comarca podía oir en los caminos lo que se decía de ella...
“Es tan bonita que hasta el sol se opaca ante su presencia...” , solían decir los lugareños con orgullo.
La princesa, poco a poco, se ganó la fama de inconquistable. Sobre todo en base a su belleza y a su noble corazón.
La bella joven parecía protegida por un séquito de angeles que la escoltaba, haciendo que los hombres con malas intenciones se mantengan alejados y no regresaran jamás.
Pero un día común, con el cielo en el mismo lugar que siempre y el sol expectante, un hombre sencillo montado en sus sueños supo esquivar los dragones, sortear al ejército real y entró por la ventana de los ojos de la princesa y supo contarle secretos al oído de su alma.

Capitulo 2 - La Princesa
Había una vez una señorita que vivía lejos de la ciudad, en un paraje muy tranquilo cercano al bosque. Ella vivía con su familia en una casa preciosa y donde se respiraba armonía.
El padre era capataz de hacheros en una industria que talaba bosques para hacer leña durante el invierno.
La madre era una típica ama de casa capaz de luchar con quien sea para salvaguardar la integridad de sus pichones.
La pequeña princesa era la segunda de tres hermanos, con los que la unía un gran cariño y amistad.
Ella era una chica especial, era la más preciosa del lugar y siempre se destacó por tener un brillo extraordinario en sus ojos. Muchos pensaron que era algo sobrenatural, incluso aquellos que pensaban que eso era peligroso intentaron menospreciar el tema y buscar alguna razón simple.
Pero era inevitable suspirar al ver sus ojos, era imposible que pase inadvertido ese resplandor en su mirada y no quedar hipnotizado por su brillo.
Desde chica siempre sonrió frente a todo aquel que tenga la suerte de cruzarla y eso le brindó una alma fresca y cristalina.
Cuando creció soñaba con galanes apuestos y respetuosos que la llenen de alegría.
Al comienzo no se preocupó por encontrar un alma cálida, ni siquiera le interesaba. Con el correr del tiempo su espíritu jovial necesitó un apoyo, alguien con quien compartir las alegrías y las tristezas. Quizás haya encontrado algún muchacho que la comprenda, pero ella no terminaba de cumplir sus expectativas.
Por eso la princesa fue escoltada a partir de allí por un grupo de angeles que formaron su séquito y fueron los guardianes de sus secretos.
Más adelante la princesa se veía abrumada por forasteros que solo buscaban fama a su lado y no su felicidad.
Simplemente se burlaban de ella, no quería cambiar su vida para quedarse a su lado y eso hizo que la princesa quiera espantarlos con un Dragón alado.
Eso no fue suficiente y por ello encargó que a los obreros y campesinos subditos de su bondad la tarea de construir un gran foso que rodee su palacio. Es por eso que solo se puede acceder a él por medio del puente levadizo que se extiende desde el interior unicamente a aquellos que tienen el honor de visitar su fortaleza.


Capitulo 3 – El joven
Lejos de allí, cerca de una zona muy parecida al infierno, nació y desarrolló su vida un joven alto y delgado.
También vivió con su familia, aunque siempre trató de crear su camino con independencia.
Desde pequeño su característica mas saliente fueron sus ganas de volar sobre sus sueños.
Siempre pensó disparates, creó objetos solamente imaginados por su mente y contó historias únicas e irrepetibles.
Imaginó infinidad de veces la idea de alejarse del infierno y colocar un marco acorde a su vida tranquila y soñadora, cerca de las montañas, en el sur, quizás acompañado por algún río travieso que busque su destino sorteando los arboles del lugar.
Pensó mucho en vivir en el valle de sus sueños, incluso logró conocer muchas planicies donde reposar, llenas de verde esmeralda y con el silencio del viento susurrandole al oído.
Pero, todavía sufre cuando tiene que cruzar un precario puente que lo une con su destino laboral en pleno centro del infierno.
“Algún día voy a darme el gusto de poder irme de aquí” imagina mientras ve como otros tantos como él padecen el caos de ese lugar.
Siempre soñador, pero conciente de ello, el joven creía que nunca iba a encontrar alguna mujer que lo entendiera y con quien pudiera compartir las tristezas y las felicidades.
De todas formas él siguió surcando el camino de la vida con sus sueños y proyectos a cuestas, aunque para ser sinceros, el polvo del abandono ya los estaba borrando.

Capitulo 4 – El encuentro
Un dia cualquiera, quizás el menos pensado, la Princesa le consultó a uno de sus angeles como iba a conseguir una manera de encontrar a alguien distinto, con quien compartir sus alegrias.
El ángel le dijo que no lo sabía y que tampoco era quien como para dar un consejo de ese estilo nada menos que a una princesa, sin embargo le recordó una leyenda que dice que todos los mensajes que se arrojan al mar contenidos en una botella llegan a destino mágicamente.
La princesa esperanzada y sin tener nada que perder, decidió escribir un mensaje corto, anónimo pero claro.
La bella muchacha necesitaba encontrar a alguien que la quiera, pero que la quiera de verdad, un príncipe.
Con toda la fe, se acercó a la orilla del mar embravecido, tomó la botella de vidrio que contenía un simple papel marcado con tinta y tratando de alcanzar el horizonte, la arrojó al agua.
Muy esperanzada en que el mensaje llegue a su destino estaba dispuesta a esperar un tiempo prolongado hasta recibir novedades.

Mientras tanto el joven soñador proseguía su vida preso de la rutina y del desencanto, pero sin abandonar la lucha por encontrar algo que le devuelva la capacidad de montarse en sus sueños.
Sumido en la triste realidad que le tocaba vivir el joven soñador solía visitar a algunos artesanos amigos, se trataba de evadir escribiendo canciones que algunos juglares sabían entonar, pero tenía un pasatiempo favorito, ir a la orilla de un pequeño río que corría sin brújula buscando el mar.
Nada en su mundo hacía esperar que allí pudiera renacer su afición a volar, hasta que de pronto vió como se aproximaba hacia su persona una luz en la superficie del agua.
Primero se asustó. Pensó en los viejos magos que le contaban leyendas sobre la luz y el brillo de algunas cosas y por ello tomó coraje para permanecer atento.
Justo cuando ese brillo pasaba frente a él, se detuvo mágicamente y pese a la fuerte corriente del agua se puede decir que le rogó quedar entre sus manos.
Ahí fue cuando el joven pudo vislumbrar que ese brillo nacía en el interior de una botella de vidrio común. Intrigado aunque algo desconfiado, el joven soñador mojó sus pies hasta alcanzar aquella luz brillante.
Volvió hacia la costa, se acomodó prolijamente sobre unas piedras y se dispuso a investigar el contenido de la botella.
A simple vista no era más que un simple papel manchado con trazos de tinta, pero poco después el joven dibujó la más feliz de sus sonrisas. Era el tiempo de volver a volar montado en sus sueños.
El papel no abundaba en detalles, solamente se percibía la calidez de quien lo escribió y un nombre que erradicaba el anonimato: era ella.
Presuroso el joven buscó la manera de comprobar que existía una muchacha así, pero vió asombrado que en los alrededores de su morada nadie habia escuchado de ella antes.
Ese desconocimiento sumergió al joven en una inmensa ola de dudas. Por un instante quizo olvidarse de ese momento en el que leyó el mensaje, pero decidió eliminar esas dudas y esperanzado, fue en busca de su sueño.
Al no saber como comenzar la búsqueda, el joven habló con sabios, brujos y viejos filósofos que le dieron orientación para su cometido.
Todos coincidieron en que la calidez del mensaje y la sencillez de lo expresado en el papel eran innevitablemente características de una princesa.
Pero fue entonces cuando el muchacho buscó afanosamente en los cuatro horizontes con su mirada y no divisó castillo alguno.
El último de los sabios que consultó fue quien le dio la pista, “quizás tengas que esperar mucho para encontrar a esa princesa”.
El joven no estaba dispuesto a esperar mas tiempo y se propuso a sí mismo encontrar a la princesa como sea.
Cruzó fronteras sin mas compañía que sus pensamientos y unas hojas con sus proyectos. Buscó recodos donde los cursos de agua se hacían más estrechos para poder seguir y hasta maneras de llegar al sudoeste más sencillas.
Pero cuando las ganas y las esperanzas comenzaban a flaquear apareció del horizonte una silueta soñada. Era el castillo que tanto buscaba el joven.
De pronto se le iluminó el rostro y otra vez apareció esa sonrisa amplia que lo delataba como un hombre feliz.
Se acercó con cuidado al lugar donde estaba el castillo. Una vez que podía ver las paredes reconoció un olor extraño que no podía identificar. Miró el piso, buscó frutos maduros y hasta pensó en el agua como causantes de ese aroma profundo.
Pero de pronto una llamarada lo sorprendió. Se escuchó un trueno potente que lo ensordeció y lo dejó atónito en el piso.
Desesperado trató de darle una explicación a esos fenómenos extraños que hicieron emigrar hasta a los más peresozos pájaros del lugar.
Sin embargo todo se tornó peligroso cuando de repente apareció la sombra magnífica de un dragón alado todavía con la nariz humeante.
El joven buscó refugio en unos arboles cercanos hasta que la furia del dragón se apaciguara. Ya mas calmo, vislumbró la chance de alcanzar la entrada del castillo a la carrera y evitando al dragón.
Apenas el dragón se relajo y su mirada buscó distracción en otros lugares, el muchacho tomo aire y se lanzó decididamente a la aventura de llegar a las puertas del palacio.
Todo salía bien, pero de pronto necesitó detener su marcha abruptamente. Un profundo foso con agua rodeaba el castillo.
Sin saber que hacer y a punto de rendirse a los pies del fracaso, el joven elevó su mirada al cielo. Pero justo en el punto medio entre el cielo y la tierra su mirada se encontró con aquel brillo que lo fascinó en la botella.
Parecía imposible, ver el brillo solo en una ventana, pero trató de entenderlo.
No veía la manera de llegar allí, hasta que recordó su vieja afición a volar sobre sus sueños.
Sin más tramite se sentó bajo un arbol, se dispuso a soñar lo mejores sueños y subido a ellos cobró altura.
Así llegó hasta la altura adecuada para meterse por la ventana de sus ojos y poder susurrarle sus sueños al oído a su princesita brillante [...]



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