. ..::: Historias muy reales :::.. .

jueves, enero 05, 2012

Te morís por mirar

Bondi nuevo.
Flamante.
De esos con aire acondicionado, limpieza por los rincones y hasta TV en pantallas LCD.
Increíble.
Era un viaje fuera de lo normal, que te transportaba a otra sociedad.
Sin apretones, sin calor, sin pungas.
Un viaje soñado.
Hasta que de pronto, asoman dos mochilas enormes por la escalera delantera.
Delante de ellas, sus dueños.
Dos afortunados ciudadanos porteños de clase media alta según lo denotaban sus ropas, calzados y accesorios tecnológicos.
Dos muchachos que seguro se conocían entre sí.
Que dialogaban animadamente en el trayecto desde la expendedora de boletos hasta el fondo del vehículo, donde yo contemplaba la escena.
Dos muchachos, muchachones en realidad, que querían impetuosamente demostrar su hippismo.
Exhibían babuchas de Perú, sus pulseras de macramé, sus barbas prolijamente desprolijas, sus zapatillas Nike de lona, sus Blackberry negras, sus gafas RayBan (obviamente poco o nada originales) y obviamente también una incoherencia notoria.
Tan hippies querían mostrarse que, de manera demasiado afanosa, pretendían que todos miremos como dejaban tiradas sus "típicas" mochilas de mochilero apenitas sucias en el piso.
Querían ser cuidadmosamente descuidados, pero no les salía del todo bien.
O al menos eran pocos los que le creían.
Se asombraban falsamente con el Aire Acondicionado del bondi, del mismo modo que abrían tardíamente los ojos de supuesta sorpresa al ver una televisión sobre un automotor.
Dos fantoches de los que nos cruzamos a diario.
Con una salvedad importante.
Ambos pensaban que habían logrado su cometido.
Pensaban que todo el pasaje estaba pendiente de ellos.
Pero no.
Nadie les prestó atención una vez que los labios inferiores superaron la suave presión de los incisivos centrales superiores.
Aunque no puedo evitar confesar que, al tenerlos a la distancia de un asiento, no pude dejar de relojear lo que hacían o, mejor dicho, lo que actuaban.
Uno se dedico a posar premeditadamente los pies sobre su mochila.
El otro, quizás el más piolita del dúo, miró a diestra y siniestra, y traviesamente sacó un fibrón del bolsillo derecho de su pantalón.
Sacó la tapa y empezó a escribir en la cuerina blanca del, hasta entonces, flamante bondi.
No pude evitar meter una palabra ante el hecho soltandole "¡qué pena que las cosas nuevas duran tan poquito!"
A lo que el piolita me espetó "bienvenido a la sociedad comunicacional amigo" con un tono entre amenazante, intimidatorio, pseudo marginal pero finalmente estúpido.
La información sonora tardó un importante tiempo en ser procesada por las neuronas del muchacho, hasta que luego de un par de minutos que evidenciaron su estupidez, decidió confirmar el diagnóstico.
"Yo voy sucio por la vida y nadie me dice nada" pretendiendo justificar con esa genialidad la boludez de la cual yo había sido testigo de manera fortuita e involuntaria.
No quedó margen mas que para contestarle "el tema es que nadie se tiene que sentar arriba tuyo" y hoy le agregaría un calificativo final a la oración: Pelotudo.
Se quedó callado.
Con la íntima convicción de que alguna otra genialidad el piolita quería decirme antes que me baje, el tipo lo confirmó.
"¿Te morís por mirar lo que puse no?" murmuró como quien está seguro de que tira una frase inolvidable, al tiempo que tapaba con la mano su obra maestra en el flamnate bondi.
Me bajé del flamante bondi con la sonrisa escapando por las comisuras, y diciendole al tarado "la verdad que me chupa un huevo".
Y me fui a tomar el Sarmiento.



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